domingo, 18 de mayo de 2025

Dos espejos del Olimpo: diferencias esenciales entre la mitología griega y la romana. Ensayo #4

 Dos espejos del Olimpo: diferencias esenciales entre la mitología griega y la romana


Cuando Roma conquistó los territorios helenos en el siglo II a. C., sometió ejércitos, idiomas y leyes, pero se rindió ante la seducción de los dioses griegos. La mitología romana nació así como un tejido de préstamos, adaptaciones y resignificaciones. Aunque comparten un panteón casi idéntico —Zeus se convierte en Júpiter, Afrodita en Venus, Ares en Marte—, las dos tradiciones responden a sensibilidades y propósitos distintos. Explorar sus diferencias expone cómo cada pueblo concibió la divinidad, la sociedad y la relación entre ambos.


Origen y función social

La mitología griega florece en las polis entre los siglos VIII y V a. C. Sus historias surgen de la necesidad de explicar fenómenos naturales, legitimar linajes aristocráticos y reflexionar sobre la condición humana. Con Homero y Hesíodo, el mito se vuelve texto, pero también espectáculo: los festivales dionisíacos, la tragedia y los Juegos Olímpicos refuerzan una identidad cultural compartida.


Roma, por el contrario, adopta los dioses griegos cuando su estructura estatal ya es robusta. Los mitos romanos sirven ante todo a la política: celebran la genealogía de las élites (Eneas como antepasado de Julio César), justifican la expansión imperial y fijan virtudes cívicas—pietas, disciplina, gravitas—que la república y luego el imperio desean inculcar. La mitología funciona como manual de ciudadanía más que como meditación filosófica.


Retrato de los dioses

El panteón griego humaniza a sus dioses con defectos muy terrenales. Zeus es infiel, Hera celosa, Ares impulsivo. Esa antropomorfización genera relatos llenos de conflicto y pasión que revelan, en clave divina, la complejidad del alma humana. Para el griego, el Olimpo es una versión magnificada de su propia sociedad; cuestionar a los dioses significa, indirectamente, examinar la naturaleza del hombre.


La Roma tradicional, más pragmática, convierte a sus deidades en guardianes del orden. Júpiter encarna la ley, Marte el deber militar, Vesta la estabilidad doméstica. Los dioses romanos rara vez protagonizan intrigas sentimentales; se presentan como abstracciones de valores políticos. Su culto es contractual: los sacrificios buscan el pax deorum, la armonía cívica que legitima la autoridad del Estado.


Actitud ante el destino

En Grecia, el moira—el destino—es ineludible incluso para los dioses. Esa conciencia fatalista impregna la tragedia: Edipo no puede escapar a la profecía, y Aquiles, aunque elige la gloria, sabe que muere joven. La reflexión gira en torno a la libertad individual frente a fuerzas cósmicas incontrolables.


Roma relativiza el determinismo con la noción de fortuna y con la virtud de la virtus. El destino puede inclinarse a favor de quien demuestra coraje y disciplina. La epopeya de Virgilio muestra a Eneas encarnando la obediencia al designio divino, pero su temple y su devoción permiten fundar una nueva Troya: Roma. La tragedia cede paso a la épica como género dominante, coherente con la expansión imperial.


Ética y heroicidad


Los héroes griegos cultivan la areté: excelencia individual, incluso a costa de la polis. Aquiles abandona el combate por una ofensa personal; su honor vale más que la victoria colectiva. En cambio, el héroe romano subordina el brillo personal al bien común. Horacio Cocles defiende solo un puente para salvar la ciudad; Cincinato renuncia al poder absoluto y vuelve a su arado. La autolimitación y el sacrificio público son rasgos definitorios.


Religión y ritual

La religión griega valora el mito y el culto, pero permite cierta informalidad práctica: santuarios independientes, ritos variados, debate filosófico sobre la divinidad. Roma institucionaliza el culto bajo la autoridad del pontífice máximo y del emperador. El calendario festivo ordena la vida social, y cualquier desviación—prodigios, agüeros—se interpreta como signo político que requiere corrección ritual.


Legado literario y artístico

Las fuentes griegas—Ilíada, Odisea, tragedias áticas—albergaban ya un fuerte sentido estético; inspiraron escultura, teatro y filosofía. La tradición romana, aunque crea obras maestras (Virgilio, Ovidio), se concibe programáticamente como heredera y continuadora. Ovidio reescribe los mitos griegos en las Metamorfosis, pero actualiza el mensaje para la élite augústea, subrayando la eternidad de Roma.


Conclusión

Si la mitología griega es un espejo psicológico que refleja la pasión y el conflicto humanos, la romana es un frontón cívico donde se inscriben las virtudes del imperio. Grecia indaga en el porqué de las cosas; Roma pregunta para qué sirven. La primera se deleita en la contradicción; la segunda busca cohesión. Sin embargo, ambas revelan que, al crear dioses a nuestra imagen, los mortales narramos nuestras propias esperanzas y límites. Entre el Olimpo imaginado por los griegos y el capitolio divinizado por los romanos late la misma necesidad: dotar de sentido a la aventura humana, ya sea a través de la introspección o de la grandeza colectiva.




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